jueves, 23 de enero de 2014

Expresando El Amor...



¿No es verdad que a veces somos tímidos para expresar el amor que sentimos?

¿Puede ser que por no "avergonzar" a la otra persona o por no avergonzarnos a nosotros mismos dudamos en decir : 
"TE QUIERO".

Y tratamos de decirlo con otras frases como:
"CUÍDATE"..."NO MANEJES RÁPIDO" "PORTATE BIEN"...

Acaso no son diferentes formas de decir "TE QUIERO”, eres importante para mí"... o "Me importas, no quiero que estés mal?

A veces, en verdad, somos extraños: la única cosa que queremos decir, es la única cosa que no decimos. Y, muchas veces no lo comunicamos del todo y la otra persona se siente ignorada y no querida.

Por esto, debemos ESCUCHAR AL AMOR en las palabras que las otras personas nos dicen. Las palabras explícitas son necesarias, pero con frecuencia, la manera de decir las cosas es aún más importante.

Un apodo dicho cariñosamente porta mayor afecto y amor que los sentimientos que son expresados de manera poco sincera.

Un abrazo o un beso impulsivos dicen: "TE AMO", aun cuando las palabras digan algo diferente.
Cualquier expresi
ón de preocupación de una persona por otra dice: "TE QUIERO".

El problema de escuchar al amor es que no siempre entendemos el lenguaje de amor que la otra persona está usando.

Lo cierto es que rara vez escuchamos; oímos las palabras, pero no escuchamos las acciones que acompañan esas palabras o en las expresiones del rostro.

Normalmente solo escuchamos el rechazo o el malentendido. No vemos el amor que está allí, debajo de la superficie aun cuando las palabras sean amargas.


"Si escuchamos atentamente, nos daremos cuenta que somos más amados de lo que pensamos".

domingo, 19 de enero de 2014

El Corazón Perfecto...



Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en el ni máculas ni rasguños.

Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.

Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.

De pronto un anciano se acercó y dijo: "¿Perdona mi atrevimiento, pero, por qué dices eso, si tu corazón no es ni tan, aproximadamente, tan hermoso como el mío, o el de tantas otras personas?”
Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió ¿cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?, pensaron...

El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír. "Debes estar bromeando," dijo.Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor."

"Es cierto, dijo el anciano, tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo...
Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor.
Arranqué trozos de mi coraz
ón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido."

"Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio.
De ah
í quedaron los huecos, dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón." "¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.

El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección.
Al no haber sido id
énticos los trozos, se notaban los bordes.

El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
S
í, en verdad ahora, puedo ver lo hermoso que es tu corazón.

Y tu corazón, ¿cuántas cicatrices tiene?


sábado, 18 de enero de 2014

El Pájaro Del Alma...



Hondo, muy hondo, dentro del cuerpo habita el alma.
Nadie la ha visto nunca pero todos saben que existe.
Y no solo saben que existe, saben también lo que hay en su interior.

Dentro del alma, en su centro, esta, de pie sobre una sola pata, un pájaro: el pájaro del alma. Él siente todo lo que nosotros sentimos.

Cuando alguien nos hiere, el pájaro del alma vaga por nuestro cuerpo, por aquí, por allá, en cualquier dirección,  aquejado de fuertes dolores.

Cuando alguien nos quiere, el pájaro del alma salta, dando pequeños y alegres brincos, yendo y viniendo, adelante y atrás.

Cuando alguien nos llama por nuestro nombre. El pájaro del alma presta atención a la voz, para averiguar que clase de llamada es esa.

Cuando alguien se enoja con nosotros, el pájaro del alma se encierra en sí mismo silencioso y triste.
Y cuando alguien nos abraza, el p
ájaro del alma, que habita hondo, muy hondo, dentro del cuerpo, crece, crece, hasta que llena casi todo nuestro interior. A tal punto le hace bien el abrazo.

Hasta ahora no ha nacido hombre sin alma. Porque el alma se introduce en nosotros cuando nacemos, y  no nos abandona ni siquiera una vez mientras vivimos.
Como el aire que el hombre respira  desde su nacimiento hasta su muerte.

Seguramente quieres saber de que esta hecho el pájaro del alma.

¡Ah! Es muy sencillo: está hecho de cajones y cajones pero estos cajones  no se pueden abrir así  nada más.
Cada uno est
á cerrado por una llave muy especial.

Y es el pájaro del alma  el único que puede abrir sus cajones.

¿Como? También esto es muy sencillo: con su otra pata.
El p
ájaro del alma está de pie sobre una sola pata; con la otra -doblada bajo el vientre a la hora del descanso- gira la llave, moviendo la manija y todo lo que hay dentro se esparce por el cuerpo.

Y como todo lo que sentimos tiene su propio cajón, el pájaro del alma tiene muchísimos cajones: un cajón para la alegría y  un cajón para la tristeza, un cajón para la envidia y un cajón para la esperanza, un cajón para la decepción y un cajón para la desesperación, un cajón para la paciencia y un cajón para la impaciencia.

También hay un cajón para el odio y otro para el enojo, y otro para los mimos.

Un cajón para la pereza y un cajón para nuestro vacío, y un cajón para los secretos más ocultos (este es un cajón que casi nunca abrimos.

Y hay más cajones.

También tu puedes añadir todos los que quieras.

A veces el hombre puede elegir y señalar al pájaro...
Qué llaves girar y qué cajones abrir. 

Y a veces es el pájaro quien decide.

Por ejemplo: el hombre quiere callar y ordena al pájaro abrir el cajón del silencio; pero el pájaro, por su cuenta, abre el cajón de la voz, y el hombre habla y habla y habla.

Otro ejemplo: el hombre desea escuchar tranquilamente,  pero el pájaro abre, en cambio, el cajón de la impaciencia: y el hombre se impacienta. Y sucede que el hombre sin desearlo siente celos; y sucede que quiere ayudar y es entonces cuando estorba.

Porque el pájaro del alma no es siempre un pájaro obediente y a veces causa penas...

De todo esto podemos entender que cada hombre es diferente por el pájaro del alma que lleva dentro.

Un pájaro abre cada mañana el cajón de la alegría; la alegría se desparrama por el cuerpo y el hombre esta dichoso.

Otro pájaro abre, en cambio, el cajón del enojo; el enojo se derrama y se apodera de todo su ser. Y mientras el pájaro no cierra el cajón, el hombre continua enojado.

Un pájaro que se siente mal,  abre cajones desagradables; un pájaro que se siente bien, elige cajones agradables.

Y lo que es más importante: hay que escuchar atentamente al pájaro.

Porque sucede que el pájaro del alma nos llama,  y nosotros no lo oímos.

¡Que lastima!

Él quiere hablarnos de nosotros mismos, quiere platicarnos de los sentimientos que encierra en sus cajones.

Hay quien lo escucha a menudo.

Hay quien rara vez lo escucha.

Y quien lo escucha solo una vez.



Por eso es conveniente ya tarde, en la noche,  cuando todo está en silencio, escuchar al pájaro del alma que habita en nuestro interior, hondo, muy hondo, dentro del cuerpo.